ROMA A CIEGAS
Después de tantos años quiero escribir sobre uno de los destinos de mi viaje que faltó por describir en este blog. Aunque el recuerdo será muy vago, no quiero terminar de perderlo todo, este escrito si será el recuerdo del recuerdo y de lo que he contado algunas veces.
Quiero relatar cómo fue la primera vez que conocí Roma, porque fue realmente mágico.
Llegué a la ciudad en tren, recuerdo que conocí a un chico, un muchacho simpático, creo que más joven que yo, quien no me terminaba de gustar, pero que me hizo el trayecto más divertido. El tren hizo una parada en Verona, no mentira, esto fue antes de llegar a Florencia, pero nunca lo conté, así que lo dejo aquí mismo. Entiendo que él me invitó a bajarme en Verona y me convenció, solo serían una horas para luego seguir el viaje, quería enseñarme el balcón de inspiración de Romeo y Julieta, así lo hicimos, recuerdo era muy de mañana, no estaba oscuro pero recién amanecía, caminamos un poco y jugamos a Romeo y Julieta, mientras yo me asomaba al balcón y él me veía, inolvidable.
Lamentablemente en el tren vía a Roma no recuerdo qué ocurrió, supongo que seguía con la esperanza de ver al chico que me encantó de Florencia.
El hostal donde me quedé parecía de película, era como una casa familiar italiana que alquilaba un anexo, lamento no haberlo escrito porque queda muy poco en mi memoria.
Los recuerdos se confunden con las otras visitas que hice a Roma en el futuro, así que muy poco puedo contar hoy, pero la primera noche la llevo en mi memoria con claridad.
El mismo día que llegué me fui directo al Coliseo Romano, sabía que solo podría caminar por las adyacencias porque estaba cerrado, pero quería acercarme a ver el majestuoso monumento con la luz de la luna.
Me tomé algunas fotos, vele la pena mencionar que era con cámara de las viejas, es decir, que las fotos las pude ver luego del revelado ¡Que horror! Todavía las conservo, llevaba una minifalda con un top rosado.
Comencé a caminar y vi a dos chicos jugando frees-be, quienes en seguida me saludaron y me preguntaron de dónde era, yo había tomado unas clases de italiano mientras vivía en Paris, confundía todos los idiomas pero podía defenderme, así que conversamos y les conté acerca de mi viaje de Interail, por lo que les dejé saber también que era mi primera vez en Roma.
No recuerdo mucho a uno de los chicos, los dos gustaban de mí pero el segundo lo veo en mi mente con todo detalle, era literalmente Tom Cruise pequeño, claro, sí era era un poco menor que yo, pero hoy lo recuerdo como un mini Tom Cruise, demasiado bello, por lo que me fascinó al instante.
Como era mi primera vez, me dijeron que querían darme una vuelta para enseñarme Roma, la cual acepté inmediatamente y me fui con ellos a caminar la ciudad.
La dinámica fue la siguiente, llegando a los monumentos importantes ellos me tapaban los ojos, la que recuerdo con más emoción fue cuando llegué a la Fontana di Trevi, caminé con sus manos en mis ojos por todo un callejón y al llegar a la esquina: uno, due, tre y voilà: un espectáculo, nunca olvidaré cómo conocí mis primeros monumentos en Roma.
Al día siguiente quedé en verme con el chico en el Campo dei Fiore, cominos, conversamos y tomamos algo, luego me llevó a mi hostal en su auto y nos besamos. Quería bajarse en mi hostal y me dijo algo así como que lástima que no puedo llevarte a mi casa, pero yo igualmente no tenía ningunas intenciones de dormir con él, así que nos despedimos para siempre.
Se me hace muy difícil recordar el resto de Roma por primera vez, mas si recuerdo lo que ocurrió antes de entrar al Váticano. Estando en la fila tenia miedo de que no me dejaran entrar por estar con minifalda (no me pregunten que hacía con la misma ropa, supongo que la repetía) Sin embargo, ya había tenido una experiencia que no me dejaron entrar en una iglesia por estar descubierta y fue realmente humillante, un cura me sacudió su mano en señal de lárgate y me cerró la puerta en la cara. A partir de allí, llevaba una falda siempre en la cartera, una falda de tul larga que no ocupa nada de espacio para resolver en esos casos.
Entrando al Vaticano, para mi sorpresa, el de seguridad me dejó pasar con mi minifalda, pero a una mujer que iba detrás mío le prohibieron la entrada por algún escote supongo, quien enseguida envidiosa gritó “¿por qué ella si?” y enseguida me pararon. La miré fijamente gritándole chismosa en mi mente, y ella me miró con risa y cara de si no entro yo tu tampoco. Pero sin dejar de mirarla y con mucha satisfacción y regocijo, abrí mi cartera, saqué mi falda, me la puse encima de mi minifalda y en frente de todos, y seguí mi entrada triunfal al Vaticano con algunos aplausos y risas. Hasta hoy, una de las venganzas más rápidas y elegantes que he tenido.
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